Foto: Krista/Creative commons
Como si lo lleváramos programado en nuestro ADN todos o casi todos los mexicanos sabemos que
después de despertar de un pachangón con esa maldita cruda que algunas veces lo
acompaña no hay mejor remedio para la resaca que tomar un buen plato de menudo.
Y es que sus poderes curativos han sido estudiados por
innumerables investigadores de las más importantes universidades, pero ninguno
ha podido encontrar el ingrediente secreto, ese que solo conocen las cocineras
más experimentadas y que se ha sobrevivido al paso del tiempo contándose de
boca en boca de madre e hija por un sinfín de generaciones. ¿Será por eso que
la elaboración del menudo es reservado para las mujeres ya que los hombres no sabemos guardar los
secretos?
Como una peregrinación que se realiza obligadamente cada
sábado y domingo, los fieles visitan el
templo sagrado buscando donde la cocinera de frente a una enorme olla repleta
de un caldo rojizo entrega un poco de ese elixir salvador.
Los fresas piden el puro caldito, pero los atrevidos se aventuran
a ordenar un plato con todo: libro, callo, cuajo, panal, pata y bofe, siempre en plato grande y acompañado con cebolla y cilantro picado,
rebanadas de aguacate, orégano y chile seco.
El menudo es una sopa
hecha con las vísceras de la res y es la interpretación mestiza de los “Callos a la
madrileña” ese plato de origen campesino donde se aprovechan las partes menos
agraciadas de la vaca para crear un reconfortante consomé.
Algo me queda claro, de la vaca nos comemos desde la cabeza
hasta las patas.
Sopa Punk
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